Por Navidad nos dimos un
homenaje, una escapadita al norte, al País Vasco, a “la Bella Easo”, como
popularmente se conoce a San Sebastián. Nos robó el corazón. Es bonita,
perfecta para recorrerla a pie, tiene una costa hermosa y, no lo vamos a negar,
nos acabó de conquistar por el paladar. Por si fuera poco, Donosti nos deleitó
con sol, cielo azul, apenas cuatro gotas de lluvia a la tarde y una temperatura
de escándalo para ser diciembre.
Nosotros pasamos dos días
completos, con sus dos noches; son suficientes para hacer turisteo pero escasos
para saciar la gula. Comenzamos nuestra ruta subiendo al Monte Urgull, antigua
fortaleza militar y resquicio de la ciudad amurallada que un día fue San
Sebastián. Lo mejor es el paseo hasta llegar a lo alto del monte porque vas
obteniendo vistas de toda la ciudad desde distintos ángulos y si enganchas un
día despejado como nosotros puedes disfrutar de una panorámica completa, la
ciudad, la costa, la Isla de Santa Clara y las montañas como escenario de
fondo.
El resto del día callejeamos;
la parte vieja es perfecta para perderse. Podríamos enrollarnos hablando de la
Catedral, el Ayuntamiento o la Basílica de Santa María pero lo cierto es que lo
que nos cautivó fue el conjunto arquitectónico. En Donosti hay que pasear,
observar y disfrutar.
No perdimos el tiempo; teníamos claro que una de las prioridades era degustar todos los pinxos que pudiéramos. El primer día ya descubrimos algunos de los locales con más encanto de la ciudad, todos en el casco antiguo y casi todos recomendados por Ibon, el dueño de la Pensión Iturriza, nuestro alojamiento durante los dos días en Donosti. Esta pensión merecería un post aparte, las habitaciones en sí son geniales pero esas las podéis ver en su página Web (http://pensioniturriza.com/web/), sin embargo, lo mejor fue conocer a Ibon. Está cargado de buenos consejos, para visitar Donosti y su entorno, para comer de lujo y para la vida en general; 100% recomendable.
El caso es que en pocas
horas ya habíamos flipado con las anchoas del Txepetxa, las exquisiteces del A
Fuego Negro, la brocheta de gambas del Izquiña, el risoto de La Cuchara de San
Telmo o la deliciosa tarta de queso de La Viña. Tampoco podemos dejar de hacer
una mención especial a la mejor tortilla de patata que hemos probado en
nuestras vidas, la del Nestor. Atención porque tiene truco, solo preparan dos
tortillas al día, a la 1pm y a las 8pm y tienes que llegar con antelación para
apuntarte porque ¡hay lista para comerla!
Ahora que ya os está cayendo
la baba, seguimos con nuestro segundo día por tierras vascas. Decidimos coger
el coche y visitar dos enclaves mágicos de la costa de Guipúzcoa, Zarautz y
Getaria. Son pueblecitos, perfectos para pasar un par de horitas y respirar
aire puro. En Zarautz no pudimos resistirnos y nos descalzamos para caminar por
esa larga playa de arena fina; es un placer mojarse los pies en el mar en diciembre.
Por si alguien no lo sabe, Karlos Arguiñano es de Zarautz así que esta
localidad está plagada de referencias al famoso cocinero, su restaurante,
hotel, su aceite de oliva o sus vinos.
Getaria es un pueblo más
pequeño y pesquero. Lo mejor es ver las brasas fuera de los restaurantes con
esos maravillosos pescados frescos dorándose, ummm. Además, aquí está el museo
del diseñador Balenciaga, así que es un atractivo añadir para los amantes de la
moda.
Un consejo, hacer al menos
el camino de ida recorriendo la costa; es más largo y la carretera es de cabras
pero el paisaje no tiene precio. Para ello hay que salir de Donosti en
dirección al Monte Igueldo.
Cuando regresamos de nuestra
excursión matutina nos fuimos caminando al Gros, el barrio que queda al otro
lado del puente y donde está la playa de Zurriola, la preferida por los
surfistas por su oleaje.
Para completar el día
recorrimos toda la costa de la ciudad, pasando por las playas de La Concha y
Ondarreta hasta llegar al final, a la escultura de El Peine del Viento,
realizada por Chillida y que es un homenaje a la fuerza del viento y del mar.
Y para comenzar la noche con buen pie nos subimos en coche al Monte Ulia para disfrutar de una panorámica de la ciudad de noche, llena de luces.
¿Cómo finalizar nuestra escapada?,
pues por supuesto probando más y más pinxos. El foie del Borda Berri, el
bacalao a la hoguera del Zeruko, el queso de cabra del Gandarias y un sinfín de
nombres más, todos los sitios buenos, en todos encontrarás el pinxo
especialidad de la casa y en todos comenzarías a pedir y no acabarías nunca.
Amantes de la gastronomía, ¡regalaros una visita a Donosti!
Lo único que nos quedaba por
hacer antes de poner rumbo de vuelta a casa era comprar un queso Idiazabal y
despedirnos de San Sebastián con un ¡hasta pronto!
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