Salta la Linda, la llaman así precisamente porque salta en Cacan significa linda. Nos habían dicho por activa y por pasiva que en Salta nos moriríamos de calor, que Mendoza no era nada comparado con el clima abrasador del norte de Argentina, seco y con temperaturas asfixiantes. Así que nos habíamos mentalizado para sudar la gota gorda y ver paisajes desérticos. Cuando llegamos a la ciudad y vimos que estaba llena de parques y zonas verdes no nos lo podíamos creer. Lo cierto es que el clima es muy agradable, calor durante el día y fresquito por la mañana y la noche. Además, justo ahora estamos en la temporada de lluvias en el noroeste del país, otro dato que desconocíamos y que también nos ha dado una visión diferente de la región de la que esperábamos.
Quizás el mayor atractivo turístico de Salta sea el famoso “Tren a las Nubes”, que realiza un recorrido de 219 km por la Quebrada del Toro y trepa por el Altiplano hasta llegar a su punto máximo en Abra Chorrillos, a 4.475 m de altitud. Son 13 horas de recorrido rozando las nubes. Debe de ser precioso pero nuestro presupuesto no nos permitía gastarnos 750 AR$ para esto, y además nos habían comentado que quizás es algo que gusta más a la gente mayor.
Salta ciudad es linda, con su arquitectura colonial bien cuidada, con zonas bonitas como la Plaza 9 de Julio y la Catedral Neoclásica, la Iglesia y Convento San Francisco, o el Cerro San Bernardo con su teleférico. Sin embargo, no da para mucho, con medio día largo tienes de sobra. Nosotros contamos con un guía particular, Miguel Ángel, que nos hospedó en su casa nuestra primera noche en Salta y que nos llevó a visitar un lugar llamado San Lorenzo, que está a menos de media hora en colectivo desde la ciudad y que es el lugar perfecto para escaparte a hacer un picnic a la orilla del río.
Lo que vale de verdad la pena es la provincia de Salta. Hay mil y una excursiones para hacer pero, como ya sabéis, no somos ricos así que nos quedamos con tres tours, de un día cada uno, que nos llamaban especialmente la atención.
Nuestro primer destino fue Cachi. Partimos a las 7:30 am en una van, con otras 14 personas más y nuestro guía François. Cachi está a 170 km al suroeste de Salta y se sitúa a casi 3.000 m sobre el nivel del mar. El camino hasta allí transcurre por la espectacular Quebrada de Escoipe y culmina con la Cuesta del Obispo, una carretera de montaña que ofrece unas vistas geniales de la Sierra del Obispo.
La primera lección que aprendimos con François fue cómo vencer el mal de altura. En el norte de Argentina tienen un remedio casero para ello, importado de sus vecinos bolivianos, la hoja de coca. No os penséis que es una droga, porque la hoja por sí misma no puede causarte ningún efecto tóxico. Es como la uva y el vino, por muchas uvas que comas no te puedes emborrachar. Pensad que se necesitan 1 kg de hoja de coca para producir 1 gr de cocaína. Es más, la hoja no solo ayuda a vencer la altitud, sino que también es un buen digestivo, por lo que hacen muchas infusiones con ella. Simplemente tienes que justar varias hojas de coca (con 5 o 6 es suficiente) y doblarlas creando un paquetito que después te metes en un lado de la boca. No hay que masticarla ni chuparla, simplemente dejar que al salivar vaya soltando el gusto. Al principio resulta desagradable, pero después te acostumbras y ya no te sientes mareado ni tan cansado. Así que en esta zona del país todo el mundo coquea, es más, muchas personas tienen la cara un poco deformada del bulto de las hojas en la boca.
El punto más interesante de la ruta a Cachi es el Parque Nacional los Cardones. Los cardones son cactus y éste parque es el segundo mayor del mundo (después de otro en EE.UU.), aparte de que son los dos únicos parques de cactus que existen. No sé si tuvimos mucha suerte o muy mala suerte. Llovía y, al parecer, sólo llueve allí 2 o 3 veces al año. Es genial, kilómetros y kilómetros de cardones y tierra árida, parecía que estuviéramos en una peli del oeste.
De Cachi solo pudimos disfrutar durante media hora. La razón, la lluvia. Las carreteras que siguen esta ruta son de risa y cuando llueve, el río crece de repente y se desborda y las carreteras quedan inundadas. Obvio, no es asfalto, por lo que si nos quedábamos más tiempo en Cachi corríamos el riesgo de quedarnos tirados en mitad de ruta y no poder volver a Salta a dormir. El problema no era el clima en Cachi, que estaba soleado, sino en la Quebrada, que llovía a mares. Cachi es un pueblecito bonito, con la Iglesia San José, que por fuera parece la típica iglesia mexicana y, por dentro, cuenta con la peculiaridad de su altar, construido con madera de cardón (cactus).
Ahora nos tocaba descansar que aún nos quedaban dos días de intensos tours.