En
Fort Bragg, el pueblo donde estamos
trabajando con voluntarios, no hay mucho que hacer o que ver. La gente viene
aquí para desconectar durante un par de días de la ciudad…y del mundo porque en
este lugar te sientes como si no existiera nada alrededor.
la misma foto con pocos minutos de diferencia |
Lo
bonito que tiene es que es un pueblo costero, aunque entendiendo que esto no
comporta un lugar para tomar el sol. Por mucho que sea California, en Fort Bragg
hace frío. Así que a la playa se va a pasear, a respirar aire puro y, si tienes
suerte, a disfrutar de un día soleado y, si no, a contemplar la costa cubierta
por la niebla, que también tiene su encanto.
La
playa de Fort Bragg no es famosa por
su clima pero sí porque es harto peculiar. La llaman “glass beach”, que traducido es playa de vidrio y es que la arena
está literalmente cubierta por cristales de colores. Suponemos que en el pasado
debía haber muchísimos más pero solo con ver las bolsas que se llevan llenas
los turistas entendemos por qué quedan tan pocos.
El
pueblo en sí tiene un par de calles principales que están llenas de
restaurantes, tiendas y cervecerías. Esa es otra cosa famosa en Fort Bragg, su cerveza. Fabrican una
cerveza de estilo belga y tienen un par de tiendas especializadas. Nosotros
teníamos que probarlas, negras, rojas, rubias, de alta y baja graduación, ¡casi
todas fabulosas!
A
parte de esto, muchos de los turistas que llegan a Fort Bragg reservan un viaje con su famoso “Skunk Train” (tren mofeta), que hace un recorrido de cuatro horas
pasando por el bosque de secuoyas. Tiene valor histórico porque antiguamente se
utilizaba como medio de transporte de la madera.
vista desde nuestra habitación |
nuestra habitación |
Por
lo demás nuestros días transcurren tranquilos y sin novedades en nuestro
voluntariado. Es un hotel con diez habitaciones, todas muy monas y muy caras.
Básicamente nos ocupamos de preparar el desayuno para los clientes, cuidar el
jardín, hacer algún que otro arreglo y ayudar con la limpieza de las
habitaciones. De momento solo hay otro voluntario, un chico australiano que
lleva un par de meses aquí, pero se supone que llegarán más a partir de la
próxima semana.
Como
veis no hacemos nada muy emocionante pero se agradece la calma después de un
mes sin apenas bajar del coche. Ah!, sí que tenemos algo divertido que
contaros, por las noches nos visitan unos simpáticos inquilinos que quieren
hincarle el diente a los polluelos que tenemos en el jardín…¡los mapaches!
1 comentario:
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