La
mítica excursión desde Cartagena es
ir a Playa Blanca y las Islas del Rosario. Nos habían hablado
muy bien de Playa Blanca y también
habíamos leído sobre ella en otros blogs de viajeros y foros, todo bueno.
Después de regatear un poco en el puerto conseguimos un boleto por 25.000
pesos, ida y vuelta, aunque a esto hay que sumarle los 12.000 pesos que te
cobran de tasas portuarias.
Decidimos
que nos quedaríamos a pasar una noche durmiendo en hamacas en Playa Blanca porque según lo que habíamos
escuchado si no te quedas es una cagada porque no puedes disfrutarla. Así que
embarcamos a las 8:30 am con nuestra mochila llena de comida, agua y zumo,
porque nos habían advertido que comprar víveres en la playa es carísimo.
Se
nos hizo eterno el viaje en barco hasta las Islas
del Rosario. Cuando compras el ticket te dicen que en estas islas haces una
parada de hora y media para entrar al acuario, pero que si no quieres puedes
aprovechar para bañarte o hacer snorkel. Mentira cochina. Las Islas del Rosario, como su nombre
indica, son un conjunto de islas, cada una de ellas tiene uno o más hoteles de
lujo y dicen las malas lenguas que muchos famosetes tienen sus casitas aquí.
Algunas deben ser paradisíacas, pero a la que te lleva el barquito es una
mierda pinchada en un palo. Es un islote enano en el que únicamente está el
acuario (al que no entramos pero que tiene pinta de ser muy cutre) y no hay
nada de espacio ni para pasear ni para nadar y mucho menos para hacer snorkel.
Nosotros nos remojamos en un huequito de mar que quedaba de espaldas al
acuario.
Bien,
después del chasco de las Islas del
Rosario, seguimos camino hasta Playa
Blanca. La mayor parte de los
turistas se fueron a comer porque tienes la opción de pagar 5.000 pesos más y
te entra el menú en un restaurante. Nosotros, como ya nos quedábamos en la
playa, comenzamos a buscar uno de los chiringuitos que alquilan hamacas.
La
primera impresión de Playa Blanca no
fue muy buena la verdad. Uno se imagina la típica estampa del Caribe, palmeras, arena fina, aguas
cristalinas…y en cierto modo sí que es así, pero la arena no está tan limpia,
tienes que lidiar desde el minuto cero con un ejército de vendedores ambulantes
y con los dueños de los restaurantes-hospedajes y, además, la playa está
demasiado invadida por chiringuitos varios. Vaya, en su día seguro que era un
paraíso pero ahora solo escuchas “masaje”, “a la orden, tenemos camarones al
ajillo, a la parrilla”, “coco, piña colada…”, “helado niña”, os hacéis una
idea, ¿no?
eliminando pieles muertas a cuenta de los peces |
Superado
el primer impacto, dimos con un lugar donde nos dejaban las hamacas por 5.000
pesos cada una y creemos que elegimos bien. No por el chiringuito en sí, que
era tan roñoso como el resto, sino porque en el mismo sitio había un catalán y
un alemán con los que hicimos buenas migas y un par de chicas noruegas que ya
habíamos conocido en Cartagena. Y
creednos, si os decidís a dormir en Playa
Blanca es más que necesario encontrar a gente maja con la que matar las
horas porque en “el paraíso” no hay absolutamente nada que hacer.
Poned
un calor de unos 38º, un sol abrasador y una playa larga sin ningún pueblo al
lado. Hay dos opciones, o tienes pasta para gastar y te pasas todo el día
bebiendo birras, cocos locos y piñas coladas, o eres pobretón como nosotros y
te pasas el día en remojo en el mar y bebiendo el agua calentorra que te
llevaste de Cartagena.
Puede
que tengan razón los que decían que ir a Playa
Blanca y no quedarte no vale la pena, porque vas como ganado subiendo y
bajando de un barco. Pero dormir allí también se hace larguísimo. Pensad que a
las 6 pm ya anochece y a las 10 pm cierran el suministro de energía por lo que
no te queda otra que meterte en tu hamaca roñosa e intentar buscar la posición,
colocar la mosquitera sin que te toque la cara y rezar para que seas como Jordi
y duermas toda la noche del tirón sin problemas. Al día siguiente, a las 7:30
am ya estás de pie porque con el calor y las moscas es imposible dormir más. El
sol no da tregua y aún te quedan muchas horas hasta que zarpe el barco, a las 4
pm.
A
lo mejor es obvio, pero para el que no lo sepa en el paraíso tampoco hay duchas
ni agua corriente. Lo que sí hay y muchos son mosquitos. Y lo que nos habían
advertido sobre los precios era cierto, un plato de pasta o de arroz por 15.000
pesos y eso es lo más económico que vas a encontrar. Suerte que fuimos bien
preparados.
Y
hay que matar otro mito, ese del anuncio de Malibú
con el “me estás estresando”…bueno, en el paraíso no son tan tranquilos. Está
bien, no se matan a trabajar, pero también hay que reconocer que en esta playa
no hay nada que hacer, pero a lo que vamos es que no tienen ese carácter tan
amable que uno imagina. En el paraíso te despiertas con los gritos de la
cocinera que le reclama dinero al dueño para comprar el desayuno y el día sigue
con discusiones entre vendedores ambulantes por los camarones. Todo un
espectáculo.
En
fin, Playa Blanca es bonita, pero no
tanto como esperábamos. Más que relax encontramos inactividad, pero para gustos
los colores. Las noruegas ya llevaban dos noches y les hubiera encantado
quedarse una tercera, pero no tenían suficiente tiempo. La anécdota del viaje
fue que el dueño del chiringuito, que era un poco fantasma, nos contó todo
convencido que Shakira tiene una suite en un extremo de la playa y que llega
allí en submarino. Creerle o no, os lo dejamos a vuestra elección.
zarpando |
4 comentarios:
no les dire que no se los advertí...ciudad cara, islas que para mí no ameritan los gastos, pero querian vivir la experiencia.
Roberth eres nuestro guía, aceptaremos tus consejos en el futuro. os echamos de menos!! nos morimos de calor en el norte.
Un saludo
pero se les dijo y se les advirtió jajaja bueno hay q vivir de todo en la vida para vivirla, no hay remedio! mucha agua para q no se deshidraten... abrazos muchachos!
me causa gracia todo lo que cuentas ....yo estoy en abril por ahi ...pero con todo lo que dijiste me estas desanimando
Publicar un comentario