Los
últimos días en Colombia decidimos
pasarlos en la capital, Bogotá. Del
calor asfixiante de la costa al monoclima frío de la ciudad. De la calma de las
playas al ajetreo de la urbe del altiplano y sus casi ocho millones de
habitantes, con sus 2.600 metros de altitud que anulan las estaciones del año y
convierten cada día en una mezcla climática, sol, lluvia, niebla, calor y frío
en 24 horas.
Si
te quedas con la primera impresión puedes pensar que Bogotá no es más que un tapón constante de coches, buses urbanos a
rebosar, contaminación y un porcentaje alto de vagabundos. Por suerte también
disfrutamos de su cara amigable.
De
nuevo hicimos couch y volvimos a dar en el clavo. Llegamos un viernes y el
lunes siguiente era festivo, por lo que Andrés estuvo a nuestra disposición
para acompañarnos por toda la ciudad. Conocimos La Candelaria, que es el centro histórico de la ciudad, con su
Catedral, Museo Botero, edificaciones coloniales, librerías de compraventa,
restaurantes de comida típica y hostels.
También
nos llevó a recorrer La Macarena,
otro barrio cercano al centro que tiene un par de calles muy pintorescas.
La
visita obligada en la capital es subir al Cerro
de Montserrate. Fuimos en domingo y las colas para el teleférico eran de
horas así que optamos por la vía sana y gratuita, subir a pie. La capilla está
a 3.200 metros de altitud así que la subidita tiene tela. Después de 50 minutos
de subida, ¡sorpresa!!! Arriba nos esperaba la moreneta de Montserrat y
la “senyera”, se supone que antiguamente la forma de llegar a la cima les
recordaba a las montañas de Cataluña.
Para
terminar bien el fin de semana fuimos a un concierto de uno de los grupos más
de moda en Colombia, “Systema Solar”.
Nos lo pasamos genial y lo bueno es que aquí la juerga termina pronto, o sea que
puedes aprovechar el día siguiente.
Bogotá tiene su Central Park particular, el parque Simón Bolívar, pulmón verde de la ciudad. Los domingos se llena de
familias, gente haciendo deporte y los que simplemente van de picnic, vaya,
buen ambiente y un respiro para el ritmo de la gran urbe.
Aprovechando
que el lunes era festivo en Colombia,
Andrés nos enseñó otras zonas de la ciudad, menos turísticas pero igualmente
interesantes. Visitamos el barrio Santa Bárbara,
que parece un pueblecito en mitad de la ciudad, de hecho antes era un pueblo
que después acabó absorbiendo la urbe. Está lleno de cafés y restaurantes para bolsillos
llenos y los domingos y festivos está el mercado de pulgas, que es un mercado
de artesanías.
Acabamos
nuestra ruta pasando por la zona rosa
y la zona T, para salir de rumba.
En
definitiva, Bogotá no es tan mala
como nos la habían pintado. El problema es que la superficie que ocupa no es
muy grande y en cambio está super poblada, con todos los problemas que esto
supone. Por lo poco que vimos, tiene una agenda cultural bien completa, con
opciones para todos los gustos, y mucha vida social.
1 comentario:
Una vez más un genial relato!!! Me encanta leeros. Vuestro viaje nos está viniendo genial y tomamos mucha nota para nuestra futura aventura. Mil gracias por este maravilloso blog!!!
Un abrazo
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