sábado, 10 de marzo de 2012

Salar de Uyuni, adentrándonos en Bolivia


Ya estamos en Bolivia. Cruzamos la frontera por La Quiaca, a pie hasta Villazón, con menos dificultades de las esperadas porque mucha gente nos había advertido que tuviéramos cuidado ya que eran frecuentes los atracos. De todas formas, para evitar problemas, decidimos llegar lo antes posible a la frontera y así agilizar el papeleo, así que a las 7 de la mañana ya estábamos haciendo cola. A las 10 ya pudimos huir de este paso fronterizo (que nunca son buenos) y llegar a nuestro primer destino: Tupiza.


Nada más cruzar Bolivia, tuvimos la primera pérdida importante del viaje…


El choque de cambio de país no fue muy fuerte ya que nuestra última semana en el norte de Argentina nos había aclimatado para el salto a Bolivia, ya que las provincias de Salta y Jujuy tienen más de sus vecinos que de Argentina.


Escogimos Tupiza porque queríamos hacer un tour hasta Uyuni y nos habían recomendado las agencias de este pueblo, que son un poco más caras pero mucho más serias y fiables que las de Uyuni. Además, si sumábamos el transporte hasta Uyuni nos salía por un precio similar.

Al final nos decidimos por Tupiza Tours, una agencia con mucho bagaje y que tiene muy buenas referencias. Lo primero es que ésta solo lleva a 4 personas en el 4x4, a diferencia de otras agencias que meten hasta a 5 o 6 turistas en el coche. Además, cuentas con una cocinera durante los 4 días de tour y el chofer que hace las veces de guía. Otra cosa buena es que siempre fuimos 2 o 3 coches de la misma agencia juntos, de manera que si alguno tenía algún incidente durante el camino (pinchaduras de rueda, problemas mecánicos…) el otro le podía ayudar. Por suerte, nosotros no tuvimos ningún altercado, pero nuestro conductor sí que tuvo que rescatar a otros compañeros.


Salimos el lunes de Tupiza y llegamos el miércoles a Uyuni, con broche final el jueves en el Salar de Uyuni. Fueron 4 días en los que recorrimos más de 1.000 km por caminos que, si no hubiera sido por el 4x4, sería imposible pasar. Lo mejor del viaje es ver cómo cambia el paisaje a medida que vas avanzando, desde llanuras verdes hasta desiertos y formaciones volcánicas.




ruedas en la nada



Lo más complicado del tour es lidiar con la altitud, el mal de altura afecta al organismo de tal manera que puedes tener fiebre, diarrea, vómitos, hemorragia nasal o mareos. Por suerte, nos libramos de todo esto, aunque Jordi sí que sufrió fuertes dolores de cabeza, la sensación era como si el cerebro y los ojos se le hincharan y no cupieran en su sitio. Es una consecuencia de la falta de oxígeno, ya que empezamos el viaje a 2.800 m.s.n.m (metros sobre el nivel del mar) y llegamos hasta los 5.100 m de altitud.





Vimos muchas cosas, desde llamas salvajes, flamencos, lagunas de todos los colores hasta a aburrir, piedras petrificadas, pasando por desiertos y hasta geisers. De todo, lo que más nos gustó fue el desierto de Dalí, que recibe este nombre por los colores, que dicen que se parecen a los de algunos de sus cuadros. También cabe destacar la Laguna Colorada, con un maravilloso color rojizo y repleta de flamencos. Y, cómo no, el árbol petrificado, que no es más que una piedra volcánica con supuesta forma de árbol (podéis juzgar vosotros mismos con las fotos)


Desierto de Dalí


a más de 5000 metros, los géisers


árbol de piedra




con el huevo de flamenco


Dos noches las pasamos en alojamientos perdidos en el medio de la nada. Os podéis imaginar que son super precarios, sin electricidad y ¡sin duchas!!! Suerte que las camas tenían un trillón de mantas para protegernos del frío porque con esa altitud bárbara las temperaturas bajan muchísimo por las noches. A pesar de las condiciones meteorológicas y de otros factores, como tener que levantarnos a las 4 de la mañana y hacer más de 10 horas de viaje, nos lo pasamos de lujo, en parte gracias a la compañía de las otras dos pasajeras, Janete, una brasileña, y Hannah, una inglesa, y de Maura y Abner, nuestra cocinera y chófer respectivamente. 



Cuando llegamos a Uyuni el miércoles, antes de dejarnos en el hostal, visitamos el Cementerio de Trenes que, como su propio nombre indica, es un terreno en el que se conservan antiguas máquinas de tren a vapor que han quedado abandonadas. Fue interesante.





El plato fuerte se guarda para el último día, el deseado Salar de Uyuni que con una extensión de 13.000 km2 es el salar más grande del mundo y el que se encuentra a mayor altitud. Nos levantamos muy temprano, a las 6 ya estábamos en el salar para ver la salida del sol. No fue tan espectacular como hubiéramos deseado ya que amaneció nublado y con lluvia. En el Hotel de Sal nos dieron el desayuno que traía una sorpresa especial para Jordi, un pastel de cumpleaños, ya que pudo celebrar sus 29 en una de las siete maravillas del mundo. 



la rana


No pudimos disfrutar de la típica estampa del Salar de Uyuni, ya que al encontrarnos en la estación de lluvias el salar está cubierto por agua, vamos, que de blanco nada. El efecto del agua sobre la sal hace que funcione como espejo, y los efectos de reflejo conseguidos con las fotos son geniales. Lo malo es que para sacar estas fotos no te queda otra que descalzarte y pisar la sal cubierta con el agua helada. Aquí os dejamos algunas de estas fotos, haciendo el chorra.


¿qué es cielo y qué el salar?




Tamara no puede levantar los pies del suelo...



1 comentario:

Sandra dijo...

Me encantan las fotos del salar... qué bonitos paisajes!!!! Seguid disfrutando... y yo con vosotros estoy aprendiendo un montón... Besiños!
Sandra