martes, 4 de septiembre de 2012

Fort Bragg y glass beach



En Fort Bragg, el pueblo donde estamos trabajando con voluntarios, no hay mucho que hacer o que ver. La gente viene aquí para desconectar durante un par de días de la ciudad…y del mundo porque en este lugar te sientes como si no existiera nada alrededor.

la misma foto con pocos minutos de diferencia

Lo bonito que tiene es que es un pueblo costero, aunque entendiendo que esto no comporta un lugar para tomar el sol. Por mucho que sea California, en Fort Bragg hace frío. Así que a la playa se va a pasear, a respirar aire puro y, si tienes suerte, a disfrutar de un día soleado y, si no, a contemplar la costa cubierta por la niebla, que también tiene su encanto.



La playa de Fort Bragg no es famosa por su clima pero sí porque es harto peculiar. La llaman “glass beach”, que traducido es playa de vidrio y es que la arena está literalmente cubierta por cristales de colores. Suponemos que en el pasado debía haber muchísimos más pero solo con ver las bolsas que se llevan llenas los turistas entendemos por qué quedan tan pocos.



El pueblo en sí tiene un par de calles principales que están llenas de restaurantes, tiendas y cervecerías. Esa es otra cosa famosa en Fort Bragg, su cerveza. Fabrican una cerveza de estilo belga y tienen un par de tiendas especializadas. Nosotros teníamos que probarlas, negras, rojas, rubias, de alta y baja graduación, ¡casi todas fabulosas!


A parte de esto, muchos de los turistas que llegan a Fort Bragg reservan un viaje con su famoso “Skunk Train” (tren mofeta), que hace un recorrido de cuatro horas pasando por el bosque de secuoyas. Tiene valor histórico porque antiguamente se utilizaba como medio de transporte de la madera.

vista desde nuestra habitación
nuestra habitación
Por lo demás nuestros días transcurren tranquilos y sin novedades en nuestro voluntariado. Es un hotel con diez habitaciones, todas muy monas y muy caras. Básicamente nos ocupamos de preparar el desayuno para los clientes, cuidar el jardín, hacer algún que otro arreglo y ayudar con la limpieza de las habitaciones. De momento solo hay otro voluntario, un chico australiano que lleva un par de meses aquí, pero se supone que llegarán más a partir de la próxima semana.


Como veis no hacemos nada muy emocionante pero se agradece la calma después de un mes sin apenas bajar del coche. Ah!, sí que tenemos algo divertido que contaros, por las noches nos visitan unos simpáticos inquilinos que quieren hincarle el diente a los polluelos que tenemos en el jardín…¡los mapaches!


1 comentario:

Anónimo dijo...

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