Cruzamos la frontera de Ecuador
de madrugada por Aguas Verdes, la zona más segura. Bajar del bus, sellar
pasaportes y continuar rumbo hasta Guayaquil.
No duramos mucho en esta ciudad, apenas media hora en la terminal que fue el
tiempo que necesitamos para conseguir un bus a Montañita, nuestro primer destino en el nuevo país.
Montañita es uno de los pueblos costeros más famosos del Pacífico,
una pequeña población muy atractiva por su playa y fiestas. Es bonito, muy
hippie, no hay más que puestecillos de pulseras, anillos, vestidos de bambula y
una plaga de argentinos que se sienten como en casa. Todo ello aderezado con un
sinfín de bares, restaurantes, pubs, comida por las calles y muchos muchos
cócteles por 2,5 USD. Música 24 horas al día, malabaristas, payasos, hombres
que sacan fuego por la boca, tatuajes a diestro y siniestro, rastas y mujeres
que hacen trencitas en el pelo en la playa.
Nosotros llegamos el jueves y nos
quedamos un par de días, lo suficiente para disfrutar del lugar, claro que si
vienes solo de vacaciones es perfecto para quedarte de fiesta unos cuantos
días. No es muy caro, si lo comparas con un sitio similar de playa en España,
pero sí que te puedes gastar bastante pasta porque el pueblo invita a consumir
más que en otros lugares y hay que pensar que en Ecuador utilizan como moneda
el dólar americano y éste no nos favorece tanto al cambio.
nuestra terrazita |
De todas formas, si buscas un
poco puedes conseguir alojamiento barato. Nosotros estábamos en una casa
particular, de una familia que alquilaba un par de habitaciones. La verdad es
que encontramos un buen chollo, por 10 USD teníamos una habitación muy grande,
con baño privado, vistas al mar y un balcón con hamaca y mesa incluidas. La
casa está justo al lado del hostal Maeo por el lado del puente.
El tercer día cogimos un bus a Ayampe, está a solo 40 minutos de Montañita, es sólo cuestión de pararte
en la carretera y esperar que pase un bus de color verde. Si Montañita es fiesta y turisteo, Ayampe es tranquilidad absoluta y gente
local. Es un pueblecito de tan solo 250 habitantes, diminuto. La playa es
completamente salvaje, al parecer les encanta a los surfistas porque el oleaje
es tremendo. Vegetación y arena se confunden.
En Ayampe no hay nada que hacer pero es ideal para relajarse. De nuevo
tuvimos suerte. Dimos con un alojamiento a la entrada del pueblo, Picantería El Paso. En realidad es un
restaurante y hace unos 6 meses los dueños inauguraron una pequeña casita con solo
dos habitaciones. Nosotros tuvimos la de arriba y es espectacular. Enorme,
nuevecita, limpia, con mucho encanto, conexión wi-fi y todo por 16 USD la
noche. Además, el dueño, Colón, se portó
genial, nos dio consejos sobre las playas de la zona y la comida en el
restaurante buenísima y muy abundante. Por cierto, la Lonely Planet se saca de la manga que este pueblo es pesquero y lo
cierto es que en Ayampe no hay ni un
solo pescador, los que no viven del turismo viven de una semilla que se
encuentra en las montañas y que se utiliza para las artesanías.
A la mañana siguiente otra vez
mochilas listas y hacia Puerto López, un pueblecito pesquero que es el lugar de partida para ir a visitar Isla
de la Plata, conocida como las Galápagos de los pobres y el Parque Nacional Machalilla, donde
destaca la Playa de los Frailes. Pero
esto lo explicaremos en el próximo post.
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