De nuevo estamos aquí y…
…sin saber cómo llegamos a
Colombia. No entraba en nuestros planes llegar a este país; pero todos los viajeros que hemos encontrado nos
hicieron cambiar de opinión. Bueno, por esto y porque durante las infinitas
horas de bus hemos visto tres veces la película “Colombiana”, sería un
presagio???
Un nuevo cruce fronterizo, en
esta ocasión después de un viaje de cinco horas desde Quito llegamos a Tulcán,
población que sirve de puente de entrada a Colombia.
Hasta aquí un paseo, pero al llegar a Ipiales,
el primer pueblo tras cruzar la frontera, nos quedaba lo peor, otras nueve
horas de bus infernal hasta Popayán,
ciudad escogida para pasar la primera noche en Colombia.
No os podemos contar mucho de Popayán porque lo cierto es que nuestra
intención era visitar San Agustín
pero para llegar hasta allí no te queda otra que hacerlo desde Popayán. En resumen, llegamos tarde a
esta ciudad y cogimos un taxi hasta el hostal que nos habían recomendado unos
amigos, en plena plaza central y con dueños vascos, el Park Life. A la mañana siguiente dimos una mini vuelta por el
centro, lo justo para comprobar que se trata de nuestra tercera ciudad blanca
en el recorrido, pero que no parece tener ningún atractivo mayor. De ahí, de
nuevo a la terminal y cinco horas más por una carretera sin pavimentar, llena
de curvas y de obras hasta San Agustín.
Lo único bueno de chuparnos
tantas horas de carreteras penosas fue que tuvimos mucho tiempo para disfrutar
del fantástico paisaje con el que te deslumbra Colombia en cuanto entras al país, montañas verdes, vegetación
frondosa, palmeras y plataneros.
¿Jugamos a las diferencias?
San Agustín tiene muchos atractivos, es una pequeña población
tranquila situada en medio de la nada y con actividades cercanas suficientes
como para ocupar tres días. Lamentablemente, nosotros no disponíamos de tanto
tiempo porque hay muchos lugares que queremos visitar y siempre hay
preferencias… Así que fuimos a tiro fijo, al Parque Arqueológico, situado a tan solo 3 km del pueblo por lo que
es fácil llegar caminando. La entrada cuesta 10.000 pesos, unos 4,5 €. También
se conoce como el Parque de las Estatuas
y fue declarado Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco en 1995.
Básicamente, una vez que entras
al parque, tienes un recorrido de unas dos horas caminando que te llevan a
recorrer cuatro Mesitas (A, B, C y D), la Fuente de Lavapatas y el Alto
de Lavapatas. En todos estos lugares encuentras increíbles estatuas de
piedra, algunas de las cuales miden hasta 7 metros de altura, que fueron
esculpidas por una misteriosa civilización que se extinguió hace 1500 años. Los
arqueólogos estiman que estas piezas se crearon entre los años 100 y 800 a.c.
Las estatuas funcionaban como guardianes de las tumbas o mesitas, es decir, es
como si visitaras un inmenso cementerio. Lo más impresionante del parque es el
mismo entorno natural y lo mejor de todo es la vista que tienes cuando llegas
al Alto de Lavapatas, te deja sin
aliento.
Sin hacer la prueba de carbono 14,
¿sabríais decir cuál de estos dos monumentos es el que tiene más siglos?
Al final del recorrido está el Bosque de las Estatuas, un sendero que
ha sido creado de manera artificial y que es una recolección de 35 estatuas que se encontraron
y que habían sido saqueadas de su lugar original. Cada cuál tiene una cara más
fea. En total, en todo el parque, hay 500 estatuas de piedra.
En San Agustín hay dos sitios arqueológicos más, el Alto de los Ídolos y el Alto de las Piedras, pero son más
pequeños que el que fuimos a visitar y para llegar a ellos hay que pagar un
tour de un día en jeep durante el que también te llevan a un par de cascadas.
La verdad, nos sonaba a más de lo que habíamos visto y hecho en otras
excursiones y no nos apetecía pagar 30.000 pesos por cabeza. Además, en nuestro
hostal conocimos a Angel, un chico español que ese mismo día había ido al tour
y nos dijo que lo más emocionante del día había sido subirse al techo del jeep
en marcha…ummm, definitivamente pasábamos de gastar ese dinero.
Una anécdota curiosa, id en cuenta cuando preguntéis si el hostal tiene wi-fi, éste es el único que tenía el nuestro...
Lo que sí nos dio pena y
tendremos que añadir al listado de lugares pendientes para cuando volvamos a
Sudamérica, fue perdernos el desierto de
Tatacoa. Unos franceses nos lo describieron como un Gran Cañón de EE.UU. en
versión diminuta. Si buscáis fotos por google veréis que la comparación es
razonable. El tema es que lo interesante de ir al desierto es quedarte a dormir
allí y disfrutar de una noche con el mejor cielo estrellado de tu vida, pero
eso significa dedicarle al menos un par de días y eso nos rompía nuestro
calendario para Colombia. Otra vez
será, así siempre tendremos una razón de peso para volver!!
1 comentario:
Jeje, al menos este wi-fi tiene mejor aspecto que los routers habituales!!
Un beso
Belén
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