domingo, 20 de mayo de 2012

primeros pasos por Colombia



De nuevo estamos aquí y…
…sin saber cómo llegamos a Colombia. No entraba en nuestros planes llegar a este país; pero  todos los viajeros que hemos encontrado nos hicieron cambiar de opinión. Bueno, por esto y porque durante las infinitas horas de bus hemos visto tres veces la película “Colombiana”, sería un presagio???

Un nuevo cruce fronterizo, en esta ocasión después de un viaje de cinco horas desde Quito llegamos a Tulcán, población que sirve de puente de entrada a Colombia. Hasta aquí un paseo, pero al llegar a Ipiales, el primer pueblo tras cruzar la frontera, nos quedaba lo peor, otras nueve horas de bus infernal hasta Popayán, ciudad escogida para pasar la primera noche en Colombia.



No os podemos contar mucho de Popayán porque lo cierto es que nuestra intención era visitar San Agustín pero para llegar hasta allí no te queda otra que hacerlo desde Popayán. En resumen, llegamos tarde a esta ciudad y cogimos un taxi hasta el hostal que nos habían recomendado unos amigos, en plena plaza central y con dueños vascos, el Park Life. A la mañana siguiente dimos una mini vuelta por el centro, lo justo para comprobar que se trata de nuestra tercera ciudad blanca en el recorrido, pero que no parece tener ningún atractivo mayor. De ahí, de nuevo a la terminal y cinco horas más por una carretera sin pavimentar, llena de curvas y de obras hasta San Agustín.

Lo único bueno de chuparnos tantas horas de carreteras penosas fue que tuvimos mucho tiempo para disfrutar del fantástico paisaje con el que te deslumbra Colombia en cuanto entras al país, montañas verdes, vegetación frondosa, palmeras y plataneros.


¿Jugamos a las diferencias?


















San Agustín tiene muchos atractivos, es una pequeña población tranquila situada en medio de la nada y con actividades cercanas suficientes como para ocupar tres días. Lamentablemente, nosotros no disponíamos de tanto tiempo porque hay muchos lugares que queremos visitar y siempre hay preferencias… Así que fuimos a tiro fijo, al Parque Arqueológico, situado a tan solo 3 km del pueblo por lo que es fácil llegar caminando. La entrada cuesta 10.000 pesos, unos 4,5 €. También se conoce como el Parque de las Estatuas y fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995.



Básicamente, una vez que entras al parque, tienes un recorrido de unas dos horas caminando que te llevan a recorrer cuatro Mesitas (A, B, C y D), la Fuente de Lavapatas y el Alto de Lavapatas. En todos estos lugares encuentras increíbles estatuas de piedra, algunas de las cuales miden hasta 7 metros de altura, que fueron esculpidas por una misteriosa civilización que se extinguió hace 1500 años. Los arqueólogos estiman que estas piezas se crearon entre los años 100 y 800 a.c. Las estatuas funcionaban como guardianes de las tumbas o mesitas, es decir, es como si visitaras un inmenso cementerio. Lo más impresionante del parque es el mismo entorno natural y lo mejor de todo es la vista que tienes cuando llegas al Alto de Lavapatas, te deja sin aliento.




Sin hacer la prueba de carbono 14, ¿sabríais decir cuál de estos dos monumentos es el que tiene más siglos?


Al final del recorrido está el Bosque de las Estatuas, un sendero que ha sido creado de manera artificial y que es una recolección de 35 estatuas que se encontraron y que habían sido saqueadas de su lugar original. Cada cuál tiene una cara más fea. En total, en todo el parque, hay 500 estatuas de piedra.



En San Agustín hay dos sitios arqueológicos más, el Alto de los Ídolos y el Alto de las Piedras, pero son más pequeños que el que fuimos a visitar y para llegar a ellos hay que pagar un tour de un día en jeep durante el que también te llevan a un par de cascadas. La verdad, nos sonaba a más de lo que habíamos visto y hecho en otras excursiones y no nos apetecía pagar 30.000 pesos por cabeza. Además, en nuestro hostal conocimos a Angel, un chico español que ese mismo día había ido al tour y nos dijo que lo más emocionante del día había sido subirse al techo del jeep en marcha…ummm, definitivamente pasábamos de gastar ese dinero.


Una anécdota curiosa, id en cuenta cuando preguntéis si el hostal tiene wi-fi, éste es el único que tenía el nuestro...


Lo que sí nos dio pena y tendremos que añadir al listado de lugares pendientes para cuando volvamos a Sudamérica, fue perdernos el desierto de Tatacoa. Unos franceses nos lo describieron como un Gran Cañón de EE.UU. en versión diminuta. Si buscáis fotos por google veréis que la comparación es razonable. El tema es que lo interesante de ir al desierto es quedarte a dormir allí y disfrutar de una noche con el mejor cielo estrellado de tu vida, pero eso significa dedicarle al menos un par de días y eso nos rompía nuestro calendario para Colombia. Otra vez será, así siempre tendremos una razón de peso para volver!!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jeje, al menos este wi-fi tiene mejor aspecto que los routers habituales!!

Un beso
Belén